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22.7.14

Historia de nuestro parto respetado

Nunca he contado mi historia de parto, la cual me parece llena de aventuras: situaciones que a muchas personas les han parecido inverosímiles, frustrantes, alocadas, graciosas y hasta irresponsables. Sí, la vida es así, una aventura. Osita nació por cesárea, ya que, sin saberlo, en la clínica donde me atendí es la práctica de rutina para dar respuesta a la excesiva demanda de servicios obstétricos. A 3 años y medio, estoy casi segura de que ella quería y debía nacer por parto natural, un deseo que nos fue injustamente arrebatado y que en su momento me causó bastante frustración. Un año después, cuando me entero sorpresivamente de que estaba embarazada de nuevo, me propuse hacer lo necesario para tener ese parto que tanto deseaba: en casa, en agua, con partera, con doula y sin analgésicos. Lo logramos y no me arrepiento ni una milésima de segundo de cada decisión tomada. 

Hoy a dos años de tal cadena de eventos, les comparto nuestra historia de parto que he escrito con el corazón en la mano y con mucha emoción; con la transparencia que trato de reflejar en la medida de lo posible. Intenté ser sintética pero mejor di rienda suelta a mis recuerdos. 

Espero que la disfruten tanto como aquellas personas que la han escuchado. Sé que el tiempo apremia, pero mejor sírvanse una tacita de café. It's time to relax...

Semana 35 
Como cada mes, voy a mi consulta prenatal y mi ginecóloga Nancy me dice que ya no puede seguir viéndome porque empieza su permiso de maternidad. ¡¿Qué?! Curiosamente yo no me había dado cuenta de que ella también estaba embarazada pues la bata que usaba le cubría muy bien su pancita. Me presenta a su esposo, un ginecólogo cubano de aspecto duro que no me inspiró nada de confianza. Le comento que estoy preparándome para tener un parto vaginal después de cesárea (PVDC) y que me encantaría tener a mi bebé en agua. Me dice que eso no es posible ya que sólo había pasado un año y que el riesgo es muy alto. Que en todo caso, podríamos intentarlo pero tras expulsar la placenta, tendría que hacer una revisión minuciosa de la cicatriz interna, lo cual sería incluso más dolorosa que el parto mismo. Salgo de la consulta un tanto triste, un tanto molesta, pero con la idea de buscar alternativas. 

Sara, una ex-vecina que acababa de tener a su tercer hijo después de dos cesáreas, me dice que no me angustie y me pasa el teléfono de Erika Jocelyn, reconocida doula y médico cirujano de Querétaro, líder de Nacer a tu manera. Ese mismo día me comunico con ella y le comento mi caso; me dice que quiere verme a la brevedad posible para comenzar a darme un curso psicoprofiláctico intensivo. Días después la visito en su casa y centro prenatal. Hacemos clic inmediatamente y se muestra totalmente dispuesta a apoyarme en lo necesario: 1) lograr un PVDC en el que ella sería doula o acompañante en conjunto con una partera o una ginecóloga de mi elección; 2) impartirnos un curso intensivo en familia de 5 semanas; y 3) fungir como mi ginecóloga auxiliar en las semanas restantes de embarazo.

Durante las siguientes 5 semanas, Osita, Christian (padre de mis hijos y ex-pareja) y yo, asistimos a clases prenatales con el objetivo de educarnos sobre qué es un parto natural y sus respectivas etapas. Todo marchaba perfecto y sin contratiempos. Después de todo, mi embarazo había sido bueno desde un principio y nada indicaba que tuviera que finalizar en cesárea.

Semana 38
Erika me comunica un tanto preocuada que el 19 de julio tiene que irse a Estados Unidos a un congreso de medicina y que posiblemente no podrá estar presente para mi fecha probable de parto. Yo siento que una pequeña parte de mi mundo se viene abajo y se lo hago saber. Con su distintiva tranquilidad, me ofrece varias opciones: 1) recurrir a Claudia Bravo, partera y líder de Nacer tranquilo, en Querétaro; 2) hablar con Osito para que se espere uno o dos días a que ella regrese de su viaje; o 3) platicar con Heidi u otra ginecóloga pro-parto natural de la zona.

Acordamos que ella informaría a Claudia Bravo sobre la situación para que fuera mi partera, y con Lulú Soriano para que fungiera como doula suplente. Me pidió que no me preocupara, que siguiéramos yendo al curso y que comenzara a redactar mi plan de parto, tan detallado como fuera posible (acompañamiento de mi pareja, alojamiento conjunto, lactancia inmediata, corte tardío de cordón, no analgésicos, no epidural, acompañamiento de doula/partera, parto en agua, etc.).

Semana 39
Jueves 19 de julio
Nos vamos a comer a La Gallina Verde mi hermana Ángela, mi sobrina Nadia, Osita y yo con Claudia, amiga de Querétaro, y Regina (hija de Clau). Mi salud era perfecta y todavía andaba yo cargando a Osita en la espalda cuando era necesario. Fue un día cansado pero fundamental para despejar la mente, pues yo sabía que era de mis últimas salidas en un buen rato.

Semana 40
Viernes 20 de julio 
Empiezo a sentir cansancio y se me presenta un poco de diarrea, signos que Erika me había advertido que vendrían muy cerca del día tan esperado. "Sentirás el cuerpo cortado, como si estuvieras agripada. Quizás un poco de diarrea y poca hambre. Sueño y bastante ansiedad. Podrías romper fuente o no. Podrías empezar expulsando el tapón mucoso. Por nada del mundo dejes de comunicarnos si sientes mareos, vómitos, malestar, sangrado". Las palabras de mi querida doula resonaban en mi cabeza con más fuerza. Yo sabía que el momento se acercaba cada vez más, pero también sabía que podían transcurrir otras dos semanas. 

12 pm
Me dirijo al baño y le comunico de inmediato a C que al parecer expulsé el tapón mucoso y que acabo de sentir una especie de cólico. Le envío un mensaje privado a Erika, quien seguía en Estados Unidos y me pide comunicarme con Claudia, a quien le marco un tanto apenada por la hora. Me dice que trate de descansar lo más que pueda porque es muy posible que ya haya entrado en labor de parto; y que mañana me ve en Nacer tranquilo a las 11 de la mañana. Nos vamos a dormir con la emoción a flor de piel. Debo agregar que fue una noche pesadísima para mí pues las contracciones eran evidentes y dejaron poca oportunidad para el sueño.

Sábado 21 de julio (día de la fecha probable de parto)
11 am 
Nos dirijimos C y yo al centro de Claudia. Recuerdo que llevaba un vestido azul marino que me había comprado en Brasil unos meses antes. Un tanto preocupada por lo impredecible del día, me llevo mi maleta, documentos y me despido de mi hermana, mi sobrina y de María José, pues en realidad no sabíamos cómo se desencadenarían los hechos. 

Llegamos a Nacer tranquilo, que se encuentra a escasos metros del Acueducto queretano, en una ex-hacienda muy bonita y tranquila. Nos recibe la famosa Claudia Bravo y me hace una delicada examinación, de la cual deduce que tengo ya 5 cm de dilatación. Me pide mis últimos análisis de laboratorio. "No los traigo", le comento, "los tiene Erika en su casa, pero puedo ir al laboratorio y pedir que nos los impriman de nuevo". "Perfecto", responde. Nos vamos al laboratorio por los análisis y pasamos a la Comercial, pues yo traía un antojo insaciable de paleta fría de limón. Recuerdo haber alarmado a varias personas con mis esporádicas contracciones que me paralizaban en medio de los pasillos. Fue muy gracioso.

Después de entregarle a Claudia los resultados, nos pide regresar a casa a terminar ahí la etapa de transición. En un giro inesperado, me explica que no le gusta trabajar en hospitales porque el personal tiende a presionar. "Yo respeto que hayas pagado la sala LER de la clínica, pero te ofrezco mi casa de parto, donde tengo todo para recibir a tu bebé. Platíquenlo y me informan su decisión. Los veo más tarde cuando las contracciones sean más frecuentes".

1 pm
Regresamos a casa. Trato de comer y de dormir un poco entre contracción y contracción.

3:30 pm
Le aviso a Claudia que estoy muy desconcentrada porque mi hija anda muy ansiosa y que me pide que la amamante a cada rato, cosa que intensifica las contracciones; le pregunto si podría recibirnos en su casa lo antes posible, a lo que accede sin vacilar. Le confirmo que hemos decidido tener a Juan Pablo en la casa de parto, pero que si en algún momento queremos pasarnos al hospital, desearíamos que nos acompañe durante el resto de la labor.

4 pm
Claudia y Lulú nos reciben en la casa de parto, que queda a escasos 5 pasos del hospital. Nos acomodan y me invitan a tomar un baño en jacuzzi para relajarme. Echamos mano de nuestras provisiones de fruta, jugo, agua y nos dejamos llevar por la paciencia. Después de todo, cada contracción es una menos. Saco mi iTouch, selecciono mi lista de reproducción diseñada especialmente para ese gran día y ¡qué comience la fiesta!

7 pm
Claudia me hace un tacto muy superficial y me comunica que la dilatación ya está muy avanzada. Un par de horas más serán suficientes. Me pide que me recueste de lado para revisar la frecuencia cardiaca del bebé y la noto preocupada. Me pide cambiar de posición al otro lado. Sigue preocupada. Nos explica que los latidos son muy irregulares y que podría deberse a varias razones que amablemente nos explica. Nos dice que si la situación no cambia o mejora, será necesario pasarnos a la clínica para cubrir cualquier imprevisto. Me dan unos relajantes naturales. Me piden cambiar a otra postura en posición de cuclillas y vuelve a mediar la frecuencia de Juan Pablo. De alguna manera los latidos se vuelven regulares, rítmicos y perfectos.

9 pm
La dilatación está casi completa pero las membranas (o fuente) siguen intactas. Me dice que va a romperarlas para acelerar el proceso y terminar la dilatación. Ejerce un poco de presión y la fuente se rompe. No deja de repetirme que soy una fregona, buenísima para parir. Que no entiende como no tuve una cesárea previa. Le asombra mi respiración y mi templanza. Me pide seguir igual pues en los siguientes minutos habrá momentos de desesperación, ansiedad y duda. 

Media hora después, sé a qué se refería.

11 pm
Lulú me dice que estoy lista para pujar, que intente contenerlo en la medida de posible, que trate de no cansarme gritando o pujando; que sólo me esfuerce cuando sea verdaderamente inevitable. Probamos una y otra posición; de cuclillas, en cuatro puntos, semirecostada, de un lado o de otro. Rompo en llanto, "ya quiero que nazca, ya me cansé".

11:45
Empiezo a sentir un ardor indescriptible. Me dicen que la cabeza ya coronó y que puedo tocarla. Le piden a Christian que se coloque detrás de mi para hacer palanca cuando venga el pujo.

Domingo 22 de julio
00:05 am
Un pujo fuerte. Recuperación. Segundo pujo y sale la cabeza. Tercer pujo y el resto del cuerpo (00.07 am). Limpian la sangre del cuerpo de mi pequeño y me lo entregan envuelto en una cobija no sin antes despejar sus fosas y su garganta de cualquier mucosidad. Comienza a llorar de manera natural. Lo veo y lo primero que pienso y digo es "qué bonito está". Me informan que me desgarre y que tendrán que suturarme. Le piden a C cortar el cordón umbilical en cuanto se pone azul y deja de latir.

Me piden comenzar a amamantar a mi Osito para favorcer la expulsión de la placenta, la cual sale completa y perfecta. Lulú me pregunta si quiero llevarmela, le contesto que no. Se preparan para suturarme. Le entrego a Juan Pablo a su papá y me suturan con anestesia local. Sin duda alguna, fue lo más doloroso de toda la noche ya que gran parte del desgarre era interno y yo me negaba a ser anestesiada. Pesan y miden a Juan Pablo; lo asean más minuciosamente y me lo entregan vestido. 

3 am
Listos para dormir los tres juntos en familia. La fiesta terminó. Le avisamos rápidamente a la familia que el chaparro ya nació y que estaremos en observación hasta el medio día de ese domingo en la casa de parto. Como dato curioso, mi hermano Julio estaba en México en una cortísima visita por lo que pudo trasladarse a tierras queretanas y conocer a su sobrino el día mismo de su nacimiento para continuar su viaje a los Estados Unidos y después de regreso a casa.


A dos años, sigo enamorada de ese pequeño que me reconecta conmigo misma. Su nacimiento me empoderó de muchas formas y no dejo de agradecerle a Dios, la vida, a mi familia y a Erika, Claudia y Lulú la maravillosa e increíble experiencia de parir "a la antigüita" o "en blanco y negro", como dice Christian. Sin miedos, con plena confianza, tomando el control de cada paso y en la calidez que sólo un hogar puede dar.

¡Feliz día, hijo mío! ¡Larga vida para ti!