Fuera de broma, el viernes pasado le regalaron a M un pez beta a raíz de una invitación de su profesora para narrarles un cuento a los niños del salón. El caso es que una mamá se decidió por el cuento de Nemo y en un gesto amable pero cuestionable, los dotó a todos de su mascota. Más vale pedir perdón que pedir permiso, reza el dicho.
En fin. Yo estaba en una junta en el WTC cuando mi esposo me escribe algo así como "Tenemos mascota". ¡¿Qué?! ¡¿Cómo?! ¡¿Por qué?! No tardos ni perezosos fuimos a comprar una decorosa pecera, alimento en bolitas especial para betas, su indispensable neutralizador de cloro y una red que resultó demasiado grande.
Los niños parecían felices con la nueva adquisición. Muy seria, M lo nombró Nemo y los respectivos apellidos de la familia. ¡Mejor le ponemos Fúchila!, sugirió Papá Oso. ¡No! (seas chistosito), replicó la Osita. Osito se limitaba a decirle "Pepé" del plural "peces".
Long story short, ayer murió inesperadamente. Hace un par de días, noté que no estaba comiendo porque todas las bolitas de alimento parecían intactas. Me puse a investigar en San Google y resulta ser que los "expertos" afirman que son peces que comen muuuuuy poco (dos bolitas al día) y que son extremadamente delicados al tipo de agua, a la temperatura y a los cambios de alimento. Si en el acuario les daban artemias vivas, difícilmente aceptaran hojuelas u otro alimento.
Argh! ¿Qué alguien me explique? Yo tenía toda la intención de cuidarlo pese a que no soy una persona de mascotas. Mucho menos de peces.
Tuve que deshacerme del pobre cuerpecito de colores. No, no está lindo. Años rehusándome a la responsabilidad de un perro, un gato o una tortuga para que a una persona bienintencionada se le ocurra ¿regalar peces a diestra y siniestra? Dios, ¡qué malagradecida soy, pero a caballo regalado, SÍ se le ve colmillo.
No regales mascotas. En este caso, mejor pide permiso y no disculpas.
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